Mi encuentro cercano con el Covid.

Abogado Sergio Trejo // Dejame que te cuente

Todo inicio aquel domingo, víspera del cumpleaños de mi nieto. Comenzaba a oscurecer y descansaba en una hamaca colocada frente de la casa de mi madre, lugar donde a veces como, duermo y vivo. Todo estaba muy bien hasta que me percaté que tenía la piel más caliente de lo normal. Así comenzaba una historia cuyos detalles no quisiera recordar.Pero no fue mentira ni confusión.

El covid estaba como zopilote, en mi hombro, acechando una, dos, tres semanas, con sus días, sus horas y sus 1440 minutos, respectivamente.Días sofocantes y noches de pesadilla extremadamente delirante, que transcurrían lentas en una parsimonia exagerada y agobiante.

Esta pandemia que nos ha zarandeado todas la partes del alma y del cuerpo también nos volvió más sensibles.Parecía próximo ese último viaje,ese que llega sin preámbulos ni preparacion.

Todo resulta sorpresivo. En mi aislamiento he sabido de muchos amigos que se fueron sin despedirnos, sin un adiós sin un abrazo, sin un perdóname o sin un te quiero mucho.Mientras vivimos, realizamos tantos viajes y hacemos tantos planes, pero nunca pensamos en ése a la región deliras y no volverás. Sin saber como se nos transporta a otro plano, a otra dimensión. Todo es inexplicable, inexorable e inédito.

Quedamos en completo estado de indefensión y en la mas dolorosa impotencia. Se murieron fulano, mengano y perengano, nos decían por el feis, que revisábamos completamente extraviados en la dimensión de nuestro tiempo y de nuestro espacio.

Con la tristeza triste que no te hace llorar.Es una pena vacía que te deja manoteando en lo absurdo, como si ya no fueras tú. Porque duele tanto.Nunca pensamos que en cualquier instante podemos perder la vida y la desperdiciamos corriendo tras muchas cosas, acumulando bienes y apegándonos a todo, cuando sabemos que nada nos llevaremos.Veintiún días de retiro.

Han servido para muchas cosas. Desde recordar que nací con la luna de plata, y nací con alma de pirata. Que, cada vez que podía, me largaba lejos de Veracruz.

Nomas era cosa de que cayera algo en mi cartera. Normalmente a Michoacán por cosa de cuestiones genéticas, desde donde, en ese sincretismo cultural, aprendí a disfrutar un son jarocho igual que una pirekua purepecha; pero sin discriminación alguna me perdía por cualquier estado de nuestra república, con el mejor sentido de mexicanidad.

Todo iba bien hasta que presión arterial comenzó a hacer estragos en mi salud. Después apareció la diabetes y había que acostumbrarnos a ella.Luego, el drama, el sufrimiento y lo grave del Covid. Se mueve todo tu mundo y percibimos que efectivamente no eres muy importante para muchos, pero es nuestra vida.La única vida que tenemos. Desde la ventana vemos pasar el destino disfrazado de asesino apocalíptico, silencioso, infectando gravemente a quien se atraviesa.

Desde ahí, nuestra vida, sólo parece un eco lejano, que se ha ido gastando y sólo es un porcentaje minimo lo que tal vez nos queda. Desgraciado Covid, terminó con mis ilusiones de mantenerme en la aventura y la trova, cantando Juan Colorado y declamado las décimas del Machete.Aquella vida de crápula me puso en esta tribulación. El aislamiento pleno y radical me han llevado a transitar por todas la reflexiones habidas y por haber.Con 39 grados de temperatura y bolsas de hielo a discreción, con cuatro especies de paracetamoles. No, no me dejaron de otra.

Sergio, “te aplacas o te mueres” .Como si una voz interna y muchas de fuera me abrumaran reclamando: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, opté por la obediencia y por la espiritualidad. Me entregué a la voluntad del Todopoderoso, rogando por mi vida. Hoy, levanto la cabeza y miro a la parte trasera del patio, por la ventana, contempló mi paraíso recobrado, por donde dejé de asomarme 21 días, permaneciendo acostado boca abajo, con un termómetro en la axila y un oximetro en el dedo índice.

Mi corazoncito, requerido, estropeado y maltrecho, como aquellos pretéritos relojes de cuerda, amenazaba en desconchiflarse.No ha terminado la lucha.El referí, me concede un chance para recuperar nuestros pulmones al 100%. Ahora la pelea es una terapia respiratoria, sin invermectina, Ribavirina, sin ibuprofeno, sin Ceporex, sin Apixaban, sin Levofloxacino, sin azitromicina, sin ampolletas y sin los etcéteras que controlaban más o menos la situacion, echándole porras a mi sistema inmunologico que a mis 63 años solamente lo sostiene un principio:Nunca he fumado.

Además de que soy caminador contumaz e irredento.Otra cosa fueron los te’s.De toda infusion que a la vecindad se le ocurrió, con la mayor buena fe, pasó por mi boca, en aras de mantenernos vigente.Mi piel, ahora, debe tener un extraño aroma y un sabor insólito, perspiracion y diaforesis. Sudor y tufo de gengibre, acuyo, eucalipto, aspirina con emanaciones líquidas y gaseosas de fermentación y combustión imperfecta de rayos.El agotamiento es la otra tarea que debemos superar y vencer. Cabeza, cuello, articulaciones, metacarpiano, falanges, falanginas y falangetas deben ser sometidos a un proceso de recuperación.En fin, las tristezas se hicieron para los hombres, pero no debe uno sentirlas demasiado.A ti hermano, hermana, hija, amig@. Tú que estuviste preocupado por el desenlace de esta circunstancia:Gracias.A mi neumologo: Mario Antonio Ataxca González.Gracias.A Dios. Cuando digo que no tengo con que pagarles, en verdad no tengo dinero, pero sé a quienes debo la vida.Eso para mi no es cualquier cosa. Dije que ustedes forman parte de mi historia; han sido como especies alimenticias que le han dado sabor a mi existencia, sin la presencia de ustedes, sería insípida y sin sentido y quiero que se den cuenta de la importancia y el valor que tienen.

Un día, deveras, me preguntaba para qué vine a este mundo en mis limitaciones, mis condiciones y sin talento alguno.Todo tiene respuesta.La encontré en una película:Sin Barrabas no hubiera habido comparación y sin Judas no hubiera habido crucifixión ni el milagro de la resurrección. Gracias a Dios:

“Cuando la tormenta pase

Y se amansen los caminos y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo. Con el corazón lloroso y el destino bendecidonos sentiremos dichosos tan sólo por estar vivos.Y le daremos un abrazo al primer desconocido y alabaremos la suerte de conservar un amigo.Y entonces recordaremostodo aquello que perdimos y de una vez aprenderemos todo lo que no aprendimos.Ya no tendremos envidia pues todos habrán sufrido.Extrañaremos al viejo Pienso por el mercado,que no supimos su nombre y siempre estuvo a tu lado.Y quizás ese viejo pobre era tu Dios disfrazado. Nunca preguntaste el nombre porque estabas apurado.Cuando la tormenta pase te pido Dios, apenado, que nos devuelvas mejores, como nos habías soñado”.

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